jueves, diciembre 29, 2005

Un recuerdo

Ponés el mate dulce, que siempre se lava antes de que termine la ronda, y te sentás cruzando las piernas y poniendo las manos, esas manos, sobre la mesa. Yo te miro las manos. Te las re miro. Y escucho que hablás.
Hablás, y el perro pasa de persona a persona, buscando vaya a saber qué, porque comida, en la mesa, no hay. Sí, quiere que lo levanten, y vos, con toda la paciencia del mundo, lo levantás y seguís riéndote y contando entusiasmada las cosas que se te ocurrieron contar hoy.
Entonces, soltás las palabras, y las palabras se desparraman por toda la mesa, y todos nos preocupamos por no quedarnos sin palabras. Y yo veo en una la marca registrada de Paula, y veo la palabra "planta", tan poco significativa para mí. Y pienso: "algún día hago mía esa palabra". Pero ese día no llega. Ni siquiera la grafía de esa palabra me interesa, el diseño de las letras, el color, nada.
Veo el brillo, otra vez, de la luz en tus manos. Y cómo la derecha agarra el gancho y lo abre y lo cierra y acomoda las hojas, que tienen ojalillos y están rotas y tienen tu letra.
Y miro a mi izquierda, y está la Gabi, con los codos sobre la mesa y las manos agarradas. Seria, porque ya eligió.
El que llega tarde siempre, llega tarde, y se sienta, y hay que explicarle. Y, bueno, total, entiende rápido y, además, casi nunca hace caso.
Ahora, que ya elegí, cumplo y me quedo pululeando mentalmente. Y después viene la ronda, y después el silencio, y después la ronda final.
Y por ahí, sólo por ahí, se te ocurre, a esta altura, ponerte a leer alguna cosa. Otra vez. Y yo me alegro de escucharte, y seguro que Paula también (porque ya hemos hablado de eso), y todos te escuchamos y quisiéramos eso para nosotros.
Miro, y mi mirada atraviesa la ventana. Está oscuro. Pero igual tus manos brillan.

viernes, diciembre 23, 2005

El Jardín de las Delicias

Bueno, acá va otro post para que comenten. Mi amiga Florencia Fernández me mandó desde Suecia una postal (comprada en Madrid), conocedora de mi inclinación hacia los cuadros de El Bosco. Es El Jardín de las Delicias, como pueden apreciar. Esta es la parte central (el tríptico completo sería imposible de ver y no quiero que me culpen por ponerse más chicatos. ¡Al fin de cuentas, ustedes son los que se la pasan navegando de blog en blog y se arruinan la vista!).

lunes, diciembre 05, 2005

Bronquitas

Me pasó con vos lo mismo que me pasó con Papá Noel.
Sabés de lo que estoy hablando. No te hagas el distraído.

Historia del gallo por partes/III

Gallo en problemas

-¿Fiambre?
-Algo muerto y frío.
Descubren que uno de los chanchos de la granja de don Antolino Martín, tal vez el más cochino de todos, Azul Cielo y de Ultramar, ha perecido de un modo más que dudoso: ahogado en un estanque de agua mugrienta.
Se escuchan opiniones y comentarios confusos:
-¿Se habrá trompezado?
-¡Tropezado, bestia!
-Era medio tololo, Azul Cielo y de Ultramar.
-Oink, oink.
-¡Ponete las pilas, che!
-Para mí lo asesinaron...
-¿Quién lo pudo haber empujado?
-Este Azul Cielo era como el pato, un paso y una...
-¡Eh! ¿Qué te pasa?
Al final, todos llegan a la conclusión de que Azul Cielo y de Ultramar ha sido empujado.
Claro, en la granja de Antolino Martín, los animales siempre mueren en manos del amo o por causas naturales. También lo hacen por propia torpeza: en una ocasión, una oveja distraída se durmió con la almohada encima; otra vez, un perro, jugando a la ruleta rusa, se pegó un tiro en la espalda; incluso una gallina se cortó el pescuezo para hacer un chiste y resultó que no se pudo volver a poner la cabeza y encima se murió.
Pero lo de Azul Cielo y de Ultramar es raro. Y las sospechas sobre un posible asesinato crecen por tratarse de la muerte de un personaje más que polémico. Azul Cielo era alguien que no solía caer bien a los animales, y carecía de amigos: de chico no prestaba, desenroscaba las colas de sus compañeros, en su juventud se había afiliado a algún que otro partido de mala reputación. En su vida, realmente, ha cometido muchos chanchullos.
¿Pero quién fue el autor del crimen? Las dudas se disipan cuando descubren unas marcas como de pico en las nalgas del occiso. Es decir, lo pincharon y pincharon hasta tirarlo en el estanque. Aquí, el círculo de sospechosos se reduce a los animales de pico puntiagudo: los gallos, las gallinas y pará de contar. Y una tarde, poco tiempo después del suceso, una vaca que pasea por los alrededores de los depósitos de don Antolino descubre al gallo más joven afilándose el pico con una máquina afiladora. De más está decir que todos lo inculpan. Así, el gallo joven es expulsado de la granja por decisión de los mismos animales, al chancho lo lavan y lo hacen jamón y el gallo viejo, reconciliado con Antolino, retoma su antiguo puesto.
Pero el gallo joven, que insiste en su inocencia, ha jurado volver con pruebas de que todo ha sido un complot en su contra.