viernes, marzo 11, 2005

(sin título, por ahora)

Tenés esa mirada falsa que no soporto, a pesar de que me ofrecés garrapiñadas y los colores de tu pelo me hagan reír un poco.
Mirá, flaquita, no me gusta que le des la espalda a mi cuerpo aunque tengas, sí, mi cabeza frente a vos. Date vuelta. ¡No, no dejes de mirarme! ¡Así no podemos hablar!Y encima ya no vigilás las garrapiñadas para que no te las roben. Yo no tengo manos, mis manos están allá, pero soy buenísimo robando cosas con la boca (lo hago desde chiquito). Que conste que te advertí.
¿Por qué te reís? No, me equivoqué, ¿por qué sonreís, mejor dicho? ¿Porque yo estoy acá y no estoy acá a la vez? ¿Porque de acá no me puedo mover y de allá no puedo pensar?
Al menos soy sincero, no mantengo falsas sonrisas para vender algo en lo que no creo. Seamos sinceros: vos debés odiar las garrapiñadas más que yo, pero no podés evitar la carita de comerciante, ¿no? Todo con tal de vender. Y sonreís para ver si me podés encajar garrapiñadas a mí, que las odio.
Y, sí, ya sé que debés pensar que vos estás pagando el pato por mi desgracia en este momento. Y sabés que cuando te vayas va a aparecer algún otro que me escuche hasta mandarme al diablo. Es que quisiera ser como todos, quisiera ser como antes. Quisiera ser uno, y no dos. No me gusta estar acá y estar allá al mismo tiempo. Y mejor date vuelta, que odio que me des la espalda, y ya no quiero verte más la jeta.

No hay comentarios.: