viernes, marzo 11, 2005

No saldrás impune

En el armario, ella se saca las ganas de pensar en soledad.
Raspa la pared , nerviosa.
Aún no sabe que la observan. Y sigue descascarando.
De pronto, la ve, a oscuras, en la pared blanca.
Con un puñetazo débil, pero suficiente, asesina a la pobre, sin pensarlo dos veces. La hormiga queda ahí, aplastada.
¨Quiero estar sola¨, reclama ella, como excusándose por su crimen.
Pero ya no estará tranquila.

2 comentarios:

Josefina dijo...

Una autocrítica: parece que en vez de estar actualizando mi blog, estoy desactualizándolo cada vez más. Este cuento es, incluso, más viejo que los anteriores.

Anónimo dijo...

Veo que tenés una suerte de "fijación" con las hormigas. Me gusta.