jueves, febrero 08, 2007

Sentate, comé, te quiero

Viva la nenita picassiana que todavía le da a su muñeca unos coscorrones cuando se porta mal, siguiendo el modelo de sus mayores. Pero a la muñeca no se le notan los chichones, y su cara parece siempre la misma: el plástico es resistente, solamente los ojos se pueden hundir.

Quedate quieta, no te muevas. Acomodate las trenzas torcidas, y no llores como marrana, porque no fue para tanto. Las cosas son así. Ya vas a ver: cuando seas grande me lo vas a agradecer.

Ya estás verdoso, chichón del medio. ¿Vos por qué fuiste? ¿Por la palabrota que dije cuando vi mi plato de polenta? ¿O por haber roto el jarrón de losa china? Más vale que te vayas pronto, chichón del medio, porque no me gusta verte cambiar de color.

De eso se trata, de un dolor puntiagudo que va de afuera hacia adentro. Y a veces vuelve a salir. Y se esparce, la cubre, la encierra. Y se calma de a ratos, en ciertos momentos, cuando ella escucha que le dicen que la quieren.

2 comentarios:

Denisa dijo...

ayy, los chichones. que desgracia!

Anónimo dijo...

ah, Josephine, me trajo mucha pena este texto...

que andes bien.